Descripción
En la Introducción del libro –también escrita en forma de cuento– se expresa con claridad este objetivo, cuando uno de los protagonistas del relato, dice dirgiéndose a sus compañeros:
Amigos, una extensa epidemia, una peste global contagia los espíritus de punta a cabo y siembra de muertos vivientes el planeta. Y si a diferencia de los antiguos tiempos, la naturaleza, pareciendo aliarse con la vida y poniendo aunque fuera mínimo obstáculo al contagio, hacía huir a los sanos del lado de los enfermos por el pestífero olor que desprendían y el deplorable aspecto que mostraban sus cuerpos, hoy en cambio, aparecen éstos tan lozanos, resulta tan agradable el olor a muerto, que sin quererlo somos llamados a su vera como moscas a la miel. Como en aquella época, sin embargo, los efectos en los espíritus son igualmente devastadores: ante tan grave mal, hay unos que, pensando que la mejor medicina es el exceso, hacen del consumo su forma de vida, burlándose de cualquier otra cosa que suceda a su alrededor; mientras otros, extraviados al no encontrar salida, radicalizan sus posiciones separándose del mundo y de la existencia y haciendo bandera de viejas supercherías a las que convierten en objeto de adoración. Y lo peor de todo, amigos, lo mismo que en aquel entonces, es tal el descabalamiento de las almas, que no hay ley humana ni divina que no sea arrastrada por el fango según soplen los vientos de la conveniencia o el interés; no hay autoridad, ministros y ejecutores que en lugar de por el provecho público no obren como se les antoje. En tal estado de las cosas, no resulta extraño que aquello que debiera ser ensalzado por sus virtudes, sea en cambio vituperado por no estar acorde con los tiempos que corren, y los que con su ruin y egoísta proceder merecieran el repudio y la censura, sean en cambio alabados por su conducta y elevados como santos para su adoración. ¿Cabe mayor dislate?